La Casa de Galicia en Madrid organizó la Mesa Redonda "La diáspora de gallegos y judíos"

Notas de prensa
11/15/2011
11/15/2011
15/11/2011

La Casa de Galicia en Madrid organizó la Mesa Redonda "La diáspora de gallegos y judíos"

La delegación de la Xunta en Madrid acogió la Mesa Redonda con el título "La diáspora de gallegos y judíos". En el acto, presidido por el   secretario xeral de Emigración de la Xunta de Galicia, Santiago Camba, intervinieron: el delegado de la Xunta en Madrid y director de la Casa de Galicia, José Ramón Ónega López, autor del libro "Los judíos en el Reino de Galicia"; el presidente de la Comunidad Judía de Madrid, Samuel Bengio; el presidente de la Asociación de Médicos Gallegos en Madrid (ASOMEGA), Francisco R. García Fernández; y el arquitecto Julio Touza, descendiente de las hermanas Touza, cuyo comportamiento humanitario ha sido reconocido por la comunidad judía.

José Ramón Ónega, que en su calidad de anfitrión dió la bienvenida a los intervinientes en la mesa y también a cuantas personas asistieron al acto, citando entre otros, al presidente del centro Peres para la Paz, Isaac Siboni; al director del Correo Gallego, Feliciano Barrera; al empresario Enrique Santín; y a los representantes de las Asociaciones Gallegas en Madrid, como Carlos de Blas, activo  colaborador de la Casa.

En sus palabras,  Ónega hizo un pequeño repaso por la historia de los judíos en el Reino de Galicia.  “Resumo en un folio  las más de 700 páginas de mi libro y por tanto es lo mínimo”. Entre las cuestiones más llamativas comentó las grandes huellas que persisten en Galicia como los apellidos, Pereira, Cerdeira..; los oficios, ferreiro, canteiro..; los nombres de animales, como coello o galo... o los múltiples topónimos que siguen denominando muchas villas y lugares galaicos. “El Camino de Santiago es la presencia judía por antonomasia”, dijo Ónega en otro momento, antes de ceder la palabra al arquitecto Julio Touza, nieto y sobrino de las hermanas Touza, cuya historia salió a la luz en libro hace sólo 6 años, por la promesa del autor Antón Patiño a Lola Touza, -su abuela-, que sólo lo haría público poco antes de su muerte.Y así fue. La obra narra cómo un anciano judío en Nueva York pide a un gallego que retornaba, que viajara hasta Ribadavia para agradecer a Lola Touza el que lo hubiera salvado. Las tres hermanas, Lola, Amparo y Julia regentaban la cantina de la estación del tren y junto con dos taxistas, el Rocha y el Calavera formaron un secreto equipo que cobijó y trasladó a la frontera con Portugal en los años cuarenta a los judíos que huían a América o África en tiempos muy difíciles. Touza se mostró muy orgulloso de la gesta realizada por estas valientes mujeres que nunca reconocieron nada publicamente y ahora puede evocar algunos de los muchos huecos que él conoce de la casa heredada, que sin duda habrían servido para ocultar a los perseguidos.

Por su parte, el presidente de ASOMEGA, Francisco R. García enumeró una amplia bibliografía de títulos de esta temática, dedicando especial atención al médico vigués Eduardo Martínez Alonso, cuya vida recoge su hija Patricia Martínez Vicente en dos libros. Francisco comentó que hay aspectos de estas obras que pueden ser cuestionables, sobre todo la idea de que fueran tantos judíos los salvados, “porque nada era tan fácil, empezando por las comunicaciones”. Aunque concluyó diciendo que “el número es lo de menos, fueran 300.000 ó 300. Si hubieran sido sólo dos para mí ya hubiera sido un héroe”.

Para el presidente de la Comunidad Judía de Madrid, Samuel Bengio, su pueblo lleva 57 siglos de historia y de ellos 35 ya en la diáspora, cuando los asirios los expulsaron de la Tierra Prometida y los llevaron a Babilonia. Desde entonces.

El acto lo cerró el también médico y secretario xeral de Emigración, Santiago Camba, quien encontró algunos paralelismos entre las diásporas de ambos pueblos. “El fenómeno migratorio siempre es un drama”, aseguró, “y tanto judíos como gallegos han mantenido su identidad como pueblo”. Es verdad que el fenómeno gallego es muy reciente pues data de los siglos XIX y XX. De hecho, las grandes oleadas de emigración de gallegos fueron en los cien años que van desde 1860 a 1960, hacia América primero y a Europa después. “Galicia tampoco se puede entender sin su diáspora, verdadero motor que la impulsó durante décadas desde el exterior”, dijo Camba, algo que se notó especialmente en la construcción de escuelas y hospitales.

15 Noviembre 2011
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